Leímos con toda atención las declaraciones del Ministro de Defensa, señor Pinzón, al diario El Tiempo del domingo pasado. Una vez más sus respuestas y comentarios hacen honor a su zafio y dañino temperamento. Gárrulo por definición, el señor Pinzón trata de mostrarse fuerte, sabio, habilidoso, rutilante, conocedor de temas que generalmente escapan a su comprensión. Una lástima que su figura no corresponda a la importancia del momento.
La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, febrero 28 de 2014
El siniestro rostro de la Alianza geopolítica entre Washington y Bogotá se volvió amostrar tras la difusión de la agenda del ministro de guerra, Juan Carlos Pinzón, con motivo de su participación en el “Diálogo de Alto Nivel en seguridad” con la CIA y el Departamento de Estado.
El asunto de las interceptaciones y sus derivaciones da para todo. Para la muestra un botón de una fuente de alta credibilidad:
Correos entre el ministro Pinzón y el Presidente Santos:
Pinzón:
Presidente, ya tenemos ubicación concreta de Timo.
La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, octubre 7 de 2013
En Colombia la “seguridad” se ha convertido en un concepto que entraña disímiles interpretaciones, porque resulta, por ejemplo, que por atender un desvelo del Estado que es la seguridad inversionista, se derivan políticas criminales que se arropan bajo la categoría de seguridad ciudadana. ¿De qué estamos hablando entonces cuando se habla de la seguridad democrática, hoy denominada con el eufemismo de prosperidad democrática? Porque es que nos encontramos con la situación de que ya desde el ministerio de Defensa no solamente se traza la política agraria, que es tema que concierne al ministerio de agricultura, sino que también se diseña la política criminal, que es asunto que debiera tratar el ministerio de justicia.
Después de 12 días de receso la Delegación de Paz de las FARC-EP y la delegación gubernamental inician la decimo cuarta ronda de diálogos.
La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, septiembre 9 de 2013
Alcanzar un Acuerdo de Paz es, sin duda, necesidad fundamental de los colombianos. Pero un Acuerdo de tal naturaleza, no es posible si definitivamente no se asume que son las normas jurídicas las que se deben someter a la necesidad de esa paz y no al contrario.